Panamá cuenta con una larga tradición de participación en conferencias mundiales de la mujer y es signataria de gran parte de los convenios y tratados internacionales sobre los derechos humanos de las mujeres.
En el contexto nacional, se cuenta con un avance en normativas que, alineadas con los acuerdos internacionales y una relativa voluntad política, permiten establecer un buen marco para la elaboración de políticas públicas concretas basadas en la equidad y dirigidas a la igualdad de género. Sin embargo, la brecha de implementación existente en el país impide que las mujeres disfruten de las mismas oportunidades y derechos que los hombres.
Si bien la educación ha aparecido siempre como uno de los temas centrales y objetivos prioritarios en la lucha por la igualdad de género, no ha ocurrido lo mismo con el ámbito de la ciencia, la tecnología y la innovación. Este no ha constituido un tema prioritario, entre otras razones, porque se invisibiliza que es un ámbito donde se produce y manifiesta la desigualdad. Esta invisibilidad y falta de problematización de la inequidad de género en la CTI ha condicionado que se encuentre ausente de las políticas públicas que desarrollan las instituciones encargadas de velar por los derechos de las mujeres y la igualdad de género; pero también, que el enfoque de género se encuentre prácticamente ausente de la agenda y las políticas de las instituciones que forman parte del sistema de ciencia y tecnología en el país. Todo ello, a pesar de que la Ley 4 de igualdad de oportunidades para las mujeres (1999) establece como política de estado la transversalidad del enfoque de género en todas las políticas públicas, incluidas las de ciencia, tecnología e innovación.
En términos generales, se puede afirmar que en Panamá se ha avanzado en los últimos doce años hacia la reducción de las brechas de género en la salud, la educación o la economía. Sin embargo, se observan pocos avances en los derechos de las mujeres en al menos tres áreas críticas: la salud sexual y reproductiva de las mujeres, la violencia de género en todas sus manifestaciones, y la participación política de las mujeres.
Las brechas de género identificadas en todos los indicadores presentan mayores índices en los contextos indígenas, lo cual sugiere la diversa distribución territorial de la igualdad de género, pero además la coexistencia de brechas étnicas que junto a las de género intensifican la desigualdad. A ello se suma, a su vez, una brecha de implementación de derechos de las mujeres recogidos en la normativa nacional.
Los indicadores incluidos en las “condiciones para la participación en la ciencia” muestran que, en todos ellos, incluso en aquellos donde la brecha de género sigue existiendo, esta se ha reducido en los últimos doce años; unas a un ritmo mayor que otros, pero siguiendo una misma tendencia de reducción.
El diagnóstico de la participación de las mujeres en CTI en el país muestra múltiples retos y escasos avances. Los resultados confirman la existencia, la reproducción o la vigencia de la segregación de género horizontal y vertical. En su dimensión horizontal, la segregación mantiene a las mujeres prácticamente fuera de las disciplinas STEM, desde edades tempranas de su formación y educación, y luego se mantiene y profundiza en la carrera profesional y científica; y en su dimensión vertical, mantiene a las mujeres científicas fuera de los puestos de toma de decisión del sistema de ciencia y tecnología en el país.
Si bien las mujeres son mayoría frente a los hombres en los niveles más bajos de la ciencia, como estudiantes, terminan siendo una minoría o inclusive desaparecen en los puestos más altos de la ciencia. No se observan cambios de tendencia en los últimos doce años, lo que muestra que sigue vigente la metáfora del “techo de cristal”. Destacamos que no existe ningún tipo de medida afirmativa para la equidad entre hombres y mujeres en estos espacios de toma de decisiones en la ciencia, a pesar de que existe consciencia generalizada de la escasa participación de las mujeres en dicho nivel, así como de las barreras o límites que ellas encuentran para su inserción. De hecho, existe la interpretación generalizada por parte de gestores y autoridades de la instituciones científicas de que para la participación de las mujeres en la ciencia, en igualdad de condiciones con los hombres, quedan “los últimos cinco metros”.
El análisis de los últimos doce años, sin embargo, muestra una reducción de la segregación horizontal, una tendencia representada por el leve aumento en el número de mujeres que estudian carreras vinculadas a las ingenierías o la tecnología. Un cambio que no representa una respuesta a una intervención específica en este sentido por parte de las instituciones de educación y del sistema de CTI en el país, sino más bien a un cambio sociocultural en el país vinculado a los roles y estereotipos de género.
Esta segregación en la ciencia basada en sesgos vinculados a estereotipos, prejuicios y roles de género, aún muy vigentes en la sociedad panameña, e incluso entre los tomadores de decisiones de políticas públicas, se mantiene con escasa variación en el periodo que incluye este estudio. Si bien esta diferente y desigual distribución de las mujeres en CTI es una realidad consciente en la comunidad científica, y en particular entre los tomadores de decisiones del sistema de ciencia, existe el entendido generalizado de que por evolución “natural” las mujeres van a ir ocupando todos los espacios donde antes, y de alguna manera ahora, no están, sin necesidad de intervenciones dirigidas a favorecer la equidad y alcanzar mejores índices de igualdad de género en la ciencia. Las escasas acciones desarrolladas en este sentido vienen a paliar algunas de las barreras u obstáculos encontrados por las mujeres en su particular participación en la ciencia, pero de ninguna manera abordan estructural e integralmente las causas de género que explican la desigualdad entre hombres y mujeres. Aún menos se visibiliza la necesidad o pertinencia de aplicar medidas de acción afirmativa como estrategia de equidad en CTI, pues estas son visibilizadas como innecesarias y con efecto “discriminador” para los hombres.
Las condiciones facilitadoras con las que han contado las mujeres científicas en Panamá, que de alguna manera han conseguido aplacar los obstáculos o barreras que han formado parte del desarrollo de su carrera científica, tienen que ver con condiciones familiares, económicas y personales muy particulares, entre las que se encuentran contar con recursos económicos, tener una pareja que apoya su carrera y desarrolla una paternidad responsable, o contar con cualidades que fortalecen su empoderamiento personal. Todas ellas son estrategias utilizadas por las propias mujeres para enfrentar las barreras, dentro de las posibilidades con las que cuentan y haciendo uso de condiciones que, al mismo tiempo, expresan una desigualdad de oportunidades entre las propias mujeres, y explican que unas lleguen a ser científicas y otras no.
Si bien apuntamos la perpetuación de las desigualdades de género en CTI e interpelamos a las políticas públicas y a las instituciones científicas a actuar sobre ello con un enfoque de equidad, también es cierto que la principal institución pública con el mandato de organizar y gestionar la CTI en el país, la SENACYT, muestra conciencia y compromiso en relación con este tema al solicitar un estudio como este, que recoja evidencias para incidir en sus políticas. En este sentido, este estudio y la posición de la SENACYT constituyen una oportunidad para mejorar esta situación.
Ampliar las oportunidades para la participación en la ciencia de todas las personas tiene como resultado una ciencia mejor y más justa. Este estudio interpela a quienes mantienen y reproducen un sistema de ciencia y un sistema de género basado en la desigualdad. Ello incluye a las propias mujeres científicas, para que tomen conciencia y luchen por sus derechos. Esperemos que las evidencias recogidas en este estudio sirvan para revertir el estado actual de la ciencia, la tecnología y la innovación en el país desde todos los frentes posibles. Es justo y necesario.